Foto: Nadina Marquisio
Nacho Iasparra nació en 1973 en 25 de Mayo, Provincia de Bs. As. En 1992 vino a Buenos Aires. Un año después comenzó a estudiar fotografía. Estudió en la Escuela Argentina de Fotografía, hizo talleres con Ricardo Torosian, Fabiana Barreda y estudió dos años fotografía publicitaria en Foto Desing. Formó grupos de estudio e intercambio de inquietudes con amigos y colegas de la misma generación. Desde 1997 ha participado en muchas muestras colectivas y en tres individuales. Sus fotos forman parte de la colección del MALBA y del MAMBA. Publicó en el libro Rutas y Caminos, Nueva Fotografía Latinoamericana 2, en la revista Big Buenos Aires y Purple. Da clases de fotografía. Vive en Buenos Aires.
La fotografía de Nacho Iasparra se aferra a la luz. Abundan rutas, caminos, árboles y cielo. No por eso diría que la suya sea una fotografía del paisaje. De los árboles parece importar, más que el contorno de las ramas, la sombra que proyectan. Cuando no hay sombra, hay cielo. Y en general son cielos que no aparecen como mero fondo. Veo su apuesta más fuerte en las impresiones que posiblemente busque el juego con los contrastes. ¿Los árboles son reales o están como dibujados? ¿Cuál es el mar, cuál el cielo?
La luz es importante incluso de noche, al volverse artificial. Hay una foto en la que unos árboles en hilera parecen estar siendo alumbrados por faroles desde sus raíces. En otra, las luces del interior de un Renault 12 perdido en la noche, en un camino cualquiera. La luz resulta sin duda imprescindible. Por ser herramienta y fin, encuentro en ella la vía de acceso para llegar a las fotografías de Iasparra.
-Nacho, ¿en
qué proyecto estás trabajando?
-El proyecto
es realizar una muestra a fin de año. Todavía estoy produciendo fotos para la
muestra, que consiste en mostrar instantáneas. No son polaroids, en este caso
son de Fuji, que son instantáneas también. Uno dice “polaroid” de manera
genérica. Es un trabajo que surgió casi como las instantáneas: espontáneamente
y de una forma muy novedosa. Surgió del cansancio del primer año de ser padre,
ese fue el móvil de estas imágenes. Por casualidad me encontré con una cámara
instantánea en la casa de mi padre. Mi padre es fotógrafo. Es una cámara que él
ya no usaba. Entonces la encontré, tenía un cartucho y empecé a sacar. Me volví
a encontrar con la polaroid. Yo en el año 97 ya había hecho polaroids. Y esta
vez también son fotos instantáneas pero son radicalmente diferentes. Y estos
días estuve pensando mucho sobre eso, y llegué a varias conclusiones, creo,
haciendo comparaciones entre aquel otro trabajo de polaroids, que fue casi en
mis comienzos, y la forma de mirar y de fotografiar ahora. Este trabajo es más
sobre todo lo que he visto, todos los autores que he asimilado, todo lo que he
leído. La parte más intuitiva no es que quede de lado, pero está en otro lado.
Aquel trabajo era como más desaforado, quizás. Y más inocente también. Tenía
una búsqueda, una estética diferente. Eran como más pictoricistas.
-Parecen casi
pinturas esas primeras polaroids.
-Tienen esa
búsqueda. De hecho, están influenciadas más que nada por la pintura, por
Magritte, por Hopper. Yo quería buscar esos colores, los de Hopper. Y fue mi
primer trabajo en color. Antes de eso no podía sacar fotos en color porque me
encontraba demasiado con la realidad. En la polaroid encontré esa suave
irrealidad que les da a las imágenes una especie de pátina no tan realista.
-Esto llama la
atención, porque todas tus muestras fueron en color, y creo que nadie te
asociaría a la fotografía en blanco y negro, sino más bien a un trabajo con la
luz y el color.
-Hice una sola
muestra en blanco y negro, y pequeña, por ahí en los comienzos… Todo mi trabajo
lo desarrollé después, cuando encontré el color. Ahora, con estas instantáneas,
encontré de nuevo esa posibilidad de tomar fotografías como más
desprejuiciadas. Pero a la vez teniendo en la espalda, en la mente, en el
corazón, todo lo asimilado y procesado. También son parte de una época en que
yo estaba muy cansado. Dormía poco. Y las fotos surgieron a partir de los
paseos que yo daba con el cochecito y con mi hija Cleo. Y la instantánea era
eso, era llevarla, era fácil. Ya tenía la foto. Entonces era algo rápido,
práctico.
-Y así podés
ser padre y fotógrafo.
-Padre y
fotógrafo. Porque también me pasaba eso, que quería de alguna forma seguir
sacando fotos. De hecho a mi hija le he sacado millones de fotos, pero no
quería mostrar fotos sobre eso. Entonces encontré un lugar, no necesariamente
cómodo, pero sí un lugar ahí como vivo, para realizar las imágenes.
-¿La primera
vez que saliste con el cochecito y la cámara instantánea ya tenías la idea de
una muestra?
-No, ni ahí.
-¿En qué momento
aparece la idea?
-Cuando se
juntaron un montoncito. Habré juntado cuarenta, cincuenta fotos y dije “acá
empieza a haber algo”. Al principio era algo como para decirme a mí mismo
“bueno, sigo haciendo fotos, estoy haciendo algo”. Porque de otra forma no
podía hacerlo, porque realmente estaba -además del cansancio-, tomado por la
hermosa situación de tener una niña recién nacida. Eso influye. Me encontré con
una forma de mirar diferente, y eso me gustó también. Es algo que me lo brindó
la instantánea, porque con otra cámara… uno siempre mira de acuerdo a la
cámara. A mí me pasa eso, según qué cámara uso, encuentro una forma de
relacionarme y de mirar las cosas.
-Antes, cuando
vos sacabas fotos ¿te solías disponer más exclusivamente? ¿Antes de esta
experiencia, vos salías, por ejemplo, nada más que a sacar fotos? ¿O siempre
fuiste de andar con una cámara encima, sea polaroid u otro tipo de cámara?
-Siempre mis
fotos surgieron de acuerdo a la situación en que me encontraba. Cuando yo
empiezo a irme a alquilar una casa en el Tigre, todo mi trabajo se traslada a
esas sensaciones, a ese entorno. No necesariamente describe el lugar. Después
he sacado fotos en otros lugares pero con la misma impronta. Está ligado a eso:
si me voy al Tigre, empiezo a hacer mis fotos ahí. Nunca fue un esfuerzo ir a
sacar fotos a un lugar determinado, porque a mí no me interesa sacar fotos de
determinados lugares, sino en determinados lugares. En las fotos de Tigre, hay
algunas en las que es más evidente que son en Tigre, porque se ve determinado
lugar. Pero en la mayoría, puede ser, quizás, cualquier otro lugar. Lo que me
interesa es la sensación o el estado que producen esos lugares y que después yo
por ahí traslado a mi mirada en la ciudad. A partir del 2005 es así. Antes sí,
“iba a sacar fotos”. Por ejemplo a mi pueblo. Tengo un trabajo con el paisaje
de ahí. Iba por una cuestión de comodidad, porque iba a la casa de mis viejos.
Entonces, fotografiaba el paisaje ese, que podía ser cualquier otro lugar de la
provincia, pero iba por una cuestión de logística.
-Vos salís
llevando a tu hija en cochecito y en determinado momento decidís que hay una
posible muestra… ¿en ese momento cambia tu forma de sacar fotos? ¿A partir de
ese momento empieza a haber una mirada dirigida, pensando en un objetivo?
-Las muestras
funcionan, al menos para mí, como algo que emerge de un trabajo continuo. Es
como una cosita que emerge de un continuo. Y que después continúa. Una muestra
puede verse como un final, pero en realidad a mí me gusta verlo como algo que
aparece, que no es el final. Es algo que en determinado momento se hace
visible. Además, siempre quedan cosas afuera de las muestras. A mí me quedan un
montón de fotos. No sé cuándo las mostraría, pero en cada muestra me parece que
uno arma un dispositivo para determinada cantidad de imágenes, que de alguna
forma engloban ese trabajo que uno va haciendo. Si vos mirás todas mis
muestras, fueron bastante diferentes, en un punto. Y eso me gusta mucho, no
quedarme encasillado en algo. Yo podría hacer una muestra ahora que continuara
lo previo, algo parecido, pero no tengo ganas, no me interesa eso. Tengo
necesidad de mostrar otra cosa.
-¿Y cómo se
hace para vivir de la fotografía?
-Yo también me
pregunto eso.
-¿Cómo hace
Nacho Iasparra para vivir de la fotografía?
-Yo vivo
básicamente dando clases, y con algunos trabajos comerciales, y con artistas,
en la producción de obra y ese tipo de cosas. Sobre todo dando clases: talleres
y particulares. Y algún que otro trabajo comercial que surge por el lado
artístico. Si alguien quiere hacer fotos de arquitectura, o de algo
determinado, pero no con impronta tan comercial o publicitaria, sino con otra
vueltita. Básicamente eso. Lo que sale de ventas de fotos por galería y demás
es un plus. Dependo de la fotografía más como oficio que como arte. Y eso en un
punto me gusta. No sé si podría o no podría vivir de muestras. Tampoco lo he
intentado y no sé si quiero que se transforme en eso. Porque de esta forma,
-obviamente tiene sus pro y sus contras-, puedo mantener mi trabajo de cierta
forma. Si no, por ahí estás obligado a responder a una cuestión de mercado. Y
tal vez empezás a girar en falso. Entonces mi intención es mantenerme de alguna
forma en lo que es el mercado, pero manteniéndome lo menos presionado posible.
-Me parece
fuerte la imagen de esos paseos en cochecito que se transforman en una
posibilidad para tomar fotografías. Uniendo eso con el hecho de que das
talleres, parece que la fotografía en tu caso es algo cotidiano.
-Totalmente.
-No pasarán
muchos días en que no pienses en lo que implica sacar una foto…
-La verdad que
sí, se podría decir que no hay día en que no piense en esto. Es algo que está
todo el tiempo. Por eso, si se puede hablar de un proceso creativo, es algo que
está constantemente ahí, dando vueltas y girando.
-Y cuando
decías que esta muestra no podría ser igual a la primera, porque pasaron muchos
autores o fotógrafos en el medio…
-Sí, muchos
amigos, muchos colegas. Muchas cosas.
-¿Cuáles son
esas cosas de las que te nutrís? ¿Seguís tomando clases?
-Ya ahora no
tomo clases. Hace mucho. Habré dejado de tomar clases en el 2003. Pero después,
el hecho de dar clases también es una forma. Soy muy curioso. Me gusta mucho el
cine, la literatura. Y fotógrafos, puntualmente, pueden ser colegas, amigos,
conocidos. Y ciertos autores que me pegaron más que otros y que me hicieron
mirar de esta forma ahora. Básicamente Friedlander, Eggleston. Son fotógrafos
norteamericanos que me pegaron mucho.
-¿Marcaron
algo así como un antes y un después en tu forma de mirar?
-No sé si tan
así, porque insisto, me parece que está todo como muy procesado. Eso me parece
fundamental. Bueno, Sudek también…
algo totalmente opuesto a Friedlander y a Eggleston. Los referentes
son muy diversos. Sudek es muy diferente a Friedlander, es lo opuesto a Friedlander.
Y me parece que están los dos. Pero la idea es que todo pase a través de una
gran trituradora, y sale. También el contexto: Argentina. Buenos Aires. 2012.
Yo. También me parece que en estas fotos los lugares no son claramente
identificables. Tampoco mi interés está pegado a eso. También es hablar de la
fotografía misma en cada foto.
-Hablando de
eso, me da la impresión de que no interesan mucho los títulos en tus fotos. ¿La
idea es desligarla de referencias?
-Lo que pasa
es que en el tipo de fotos que hago, el título se vuelve innecesario. Hay otro
tipo de fotografías, por ejemplo las de Nan Goldin, en las que los títulos son
casi denotativos. Te dice “pibe masturbándose” y hay un pibe masturbándose. Es
prácticamente lo que se ve. Para el tipo de trabajo de ella, está muy bien. ¿Yo
qué le pondría? ¿”Luz atravesando el árbol”?, ¿”Reflejo en una pared”? Me
parece que el título no tiene lugar. Sí, quizás, nombrar con un título algún
grupo de fotografías, a lo que sería un trabajo, como la última muestra, que se
llamó “El día dejó de pensar” y era una serie de imágenes que pertenecen a ese
nombre general. Ese título es una cita del grandísimo Arnaldo Calveyra. Robada
de un texto de él, con una leve modificación.
-O sea que los
nombres no hacen falta…
-Es algo más
de la pintura también. O por ahí sí hacen falta en fotoperiodismo o en
documental. Insisto, en mi trabajo yo creo que el nombre, el título, no tiene
mucho que hacer.
-En una
entrevista que le hicieron a Piglia y a Stupía -parece que se está por publicar
una especie de diario íntimo con ilustraciones de Stupía- ellos hablan de que
no buscan la ilustración en su sentido más básico, que en ese caso sería el de
reforzar con dibujos el texto. Pero en un momento Piglia dice que para él los
títulos en las imágenes suelen ser necesarios porque son una forma de no
perderse.
-Bueno, es que
a mí me interesa ese perderse. Insisto, esto depende del tipo de foto. Cuando
se dice “los títulos en la fotografía”… ¿En qué fotografía? Ese es el tema.
Porque se dice “la fotografía” como si hubiera una sola forma de relacionarse
con ella, y hay muchas. Me parece que en lo que busco, el título no encuentra
lugar. Les ponemos un número y listo.
-¿Sí te atrae
la idea de hacer homenajes o guiños a otros fotógrafos? Por ahí a través de
ciertos encuadres…
-No sé si
homenajes. ¡A veces son plagios!
-Tal vez
guiños. Aunque en ese caso sólo un fotógrafo podría darse cuenta…
-Y hay
momentos en que uno hace eso de manera no tan consciente. Después te das
cuenta que estás influenciado o guiñando
demasiado para cierto lado. Pero yo trato de no pensar en eso cuando estoy
haciendo las fotos. Si bien antes para mí era más fácil no pensar. Estoy
hablando de hace diez años, quince años. Llevo casi veinte años sacando fotos.
Ahí sí cambia la relación, porque cambia la relación cuando uno ya hizo varias
muestras, cuando uno está hace más tiempo. Cuando ya sabés, más o menos, lo que
se espera que vos hagas. Te rotulan: “esta es una imagen Iasparra”, entonces te
ponen ahí tu etiqueta, ¿no? Entonces también hay que escaparle a eso, a mí me
gusta tratar de escaparle a eso. No caer en ese lugar común de uno mismo. Pero
también es innegable que hay una mirada, una forma de mirar, una forma de
relacionarse que ya no hay cómo evitarla. Al menos en mi forma de trabajar, que
es muy subjetiva.
-Respecto de
la técnica, este recorrido que llevás, cierta madurez, ¿la vivís como un tedio
–digo “tedio” en el sentido de no poder sacar fotos con la misma ingenuidad del
principio- o como algo que vale la pena haber adquirido?
-Son
diferentes etapas. Yo tengo casi cuarenta y no quiero tener veinte: no quiero
volver a fotografiar como antes. Lo que uno a veces extraña es esa sensación de
cómo era algo antes y cómo es ahora. Es la vida misma. Me parece
totalmente transportable a cualquier
etapa de la vida. Por eso no puedo encontrarme con la misma foto, porque ya
también soy otra persona. Ya tengo un montón de fotos encima y vi un montón de
cosas más. A la vez las cosas van decantando con el tiempo. Por ahí son cosas
que yo vengo viendo pero recién ahora cobran sentido. Soy medio desordenado
para trabajar, no soy muy sistemático. Eso sigue siendo bastante parecido.
Saco, saco, saco, saco. Y cuando tengo un cúmulo de imágenes veo qué va
pasando, qué va apareciendo. Pero me cuesta pensarlo previamente.
-¿Retocás las
fotos?
-El retoque es
un retoque fotográfico, o sea, no toqueteo mucho. Yo utilizo la técnica digital
pero como si fuera un laboratorio analógico. Escaneo y ajusto la imagen para
copiarla. Obviamente eso te brinda algunas posibilidades. Pero es lo mismo que
hace el laboratorista que te pone luz, te saca luz. Lo que sí trato siempre es de trabajar con simpleza
en cuanto a las imágenes. Y a veces parecen más complejas de lo que son.
-Nacho, ¿vas
mostrando tus fotos antes de las exposiciones?
-Siempre se
necesita la mirada de alguien, sí. Casi siempre laburo con amigos, con otros
fotógrafos, con Paulo Fast, Guillermo Ueno. Igualmente la última la hice
bastante solo. Pero antes trabajaba con Santiago García Navarro, que es amigo,
escritor, crítico de arte. Él también me ayuda mucho. Mi mujer. Ahora también
mi hija. Son miradas que ayudan. Obviamente elegís a quién mostrarle la cocina.
No vas a ir a mostrarle a un jurado importante la cocina; ya vas plantado. Pero
sí se necesita esa consulta: con colegas, con amigos. A veces no con tan amigos
pero gente que anda en lo mismo, para tener otra mirada. Es fundamental.
-¿Cómo es el
tema de exponer? ¿Los espacios hay que pagarlos?
-Hay lugares
que sí se pagan. En las galerías que muestro yo, no. La producción corre por
cuenta de cada uno. Las galerías hacen prensa. Y se comparte la venta, con
comisión.
-¿Una muestra
es sinónimo de venta de fotografías o no necesariamente? ¿Siempre tienen un
precio?
-Hay
diferentes formas de mostrar. Una es institucional y otra es más comercial. Las
que son en galerías siempre son comerciales. Pero si uno muestra en el Recoleta
o en el Museo de Arte Moderno, no quiere decir que las fotos no estén a la
venta, pero es distinto. Y es otra llegada también. Está muy bueno mostrar en
lugares más institucionales. El circuito de galerías, si bien se promociona y
cada vez va más gente, es otra historia.
-¿Cómo te
relacionás con esos circuitos?
-Trato de
hacerlo de la mejor forma posible. Por eso trato de que las muestran surjan
cuando considero que hay algo para mostrar. Salvo éste de las instantáneas, que
es bastante acotado, mis procesos de trabajo suelen ser de varios años. No me
gusta apurar mucho las cosas. Me gusta dejar que las cosas vayan decantando. Y
son procesos de tres, cuatro años.
-Tampoco
trabajás por encargo…
-No, si me
dicen “hacé una muestra para el año que viene”, no. Hasta ahora no lo he hecho.
-¿Y cuánto
influye la cuestión del soporte en el armado de una exposición? Me refiero a lo
accesible o no que puede llegar a ser, por ejemplo, el revelado.
-Lo económico
siempre influye en la producción. Y acá, en nuestros países lo económico
influye mucho, por ahí en la cantidad. Uno después termina haciéndolo. Yo no
dejo de sacar ciertas fotos porque esté cara la película. Si tengo la
necesidad, lo hago. Sacrifico cosas con tal de lograrlo. Pero después es muy cara
la producción: copiado, enmarcado, montaje: todo eso es muy caro. Y también lo
que me interesa es mostrar de otra forma. Mostrar libros por ejemplo. El tema
de una edición de libros, algo que no está muy desarrollado. Y me interesa más
eso que una foto en la pared.
-¿Cuando sacás
una foto la podés visualizar en un formato más grande?
-Sí, y también
depende del formato de cámara que uno use, que sabés que da hasta cierto punto.
Eso está pautado de antemano. Pero en el momento que saco la foto no pienso en
si va a estar colgada más grande. Lo que sí hago es sacar con una cámara que me permita las dos
posibilidades: ver la foto chica o grande. Por el formato de cámara que uso sé
que puede llegar a estar colgada en una muestra.
-¿Usás cámaras
diferentes?
-Son todas
robadas a mi padre, salvo una o dos. Tengo de diferentes formatos, y las uso a
todas. Y eso me gusta mucho porque es interesante cómo te relacionás con lo que
fotografías según la cámara que tengas. No por una cuestión fetichista, sino
por una cuestión de relación. Para cierta foto lo ideal es tener cierta cámara.
Entonces si yo tengo cierta cámara voy a mirar de una forma, voy a buscar
ciertas cosas. Si tengo otra, voy a buscar otras. Y con la instantánea pasa
eso: sé que la instantánea tiene cierta peculiaridad, cierto preciosismo que me hace mirar buscando
eso.
-¿Por qué
gustándote tanto la idea de libro te resulta tan complicado publicar tus fotos
en ese formato?
-No se…
tampoco lo he intentado demasiado. Pero seguramente es por una cuestión
económica. Es una tarea a la cual quiero dedicarme en estos años venideros,
tratar de lograr la publicación de un libro.
-Tus fotos
aparecen en un libro colectivo que se llama “Rutas y caminos”.
-Esa fue una
muy buena idea que no prosperó por cuestiones económicas. Salió muy caro. Se
vendió bárbaro, pero iban a ser cinco libros. Tuve la suerte de estar en el
primero. El segundo ya no se pudo hacer. Sí he publicado en catálogos, pero
libro mío no. Sí de autor, de tipo artesanal, pero no con difusión editorial.
Ahora igualmente se está dando mucho lugar a lo que son ediciones de autor.
-Nacho, ¿hay
algo que termina cuando exhibas estas fotos?
-¿Qué termina?
Termina y empieza. No termina nada me parece. Como decía antes, me parece que
la muestra es algo que aflora. Me gusta contemplar mi trabajo no necesariamente
como una línea, sino como una cosa desparramada. Y que por momentos se hace
visible en forma de muestra, en forma de libro, algo de todo eso. Pero no creo
que termine algo. Pero es necesario hacerlo. Es como dar una forma a todo eso
que anda rondando en uno. Por algo uno sigue sacando fotos. Está bueno mostrar,
eso es interesante. Pero no me gusta verlo como el fin de algo.
-¿Ya pensaste
en el nombre para esta muestra?
-Todavía no lo
tengo. El nombre de la anterior surgió un día antes, cuando la tenía que
entregar para un catálogo. Y este todavía está muy verde.
-¿Sabés cuándo
va a ser y dónde?
-Va a ser en
la galería Foster Catena y supuestamente en octubre o noviembre. Tengo que ver
qué salas voy a tomar, definir eso. Así pienso las fotos según el lugar. En las
muestras se pone en juego esa cuestión de la edición.
Foto: Nadina Marquisio
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