lunes, 4 de marzo de 2013

Kioskerman y Las puertas del Edén


Foto: Paula Eleod

Kioskerman es el seudónimo de Pablo Holmberg. Nació en 1979 en Buenos Aires. Comenzó a publicar sus cómics en Internet en 2004. Su primer libro, Edén (Sudamericana, 2009) ha sido traducido al inglés (Drawn and Quarterly), al francés (La Pasteque) y al portugués (Zarbatana). En España fue publicado por la editorial Sin Sentido. En 2012 Edén fue incluido en el libro 1001 cómics que hay que leer antes de morir. Para más información: www.kioskerman.com


Un amigo me avisó que existía Edén, el libro de cómics de alguien que se hacía llamar Kioskerman. Desde que descubrí el libro (o sería mejor decir desde que descubrí su mundo) no paro de volver a él. Es impresionante lo que logra hacer con tan poco (pocas viñetas, pocos personajes, un escenario simple y pocas palabras). Son cómics que proponen sus propias reglas de juego, con las que te familiarizás de inmediato. Los personajes de Edén pueden llegar a ser alegóricos. Parece que siempre hubiera algo detrás: algo más que dibujar o que contar, y que está silenciado. Las historias de amor y desamor entre parejas, entre amigos, entre padres e hijos, y sobre todo las de descubrimiento a las que llegan muchos de sus personajes solitarios, dejan un resto que dura. Es como una punzada, un momento de revelación que se produce luego de encontrarse con su mundo. Cuando me enteré que estaba preparando su segundo libro, quise hacerle una entrevista. Me pareció la mejor manera de repetir el gesto de mi amigo. Difundir este trabajo. Expandirlo.


Foto: Paula Eleod

-Pablo, hablemos del libro en el que estás trabajando.  

-Puertas del Edén está en la etapa de producción, de corrección, de armado de tapa y de elección de colores. Tiras que en principio había descartado de repente entran. Esto surge del trabajo con mi editora. También consulto algunas cosas con mi mujer, porque tenemos un gusto parecido. Algo que me impresiona es que si me entrego a las sugerencias, el libro no se cierra más. Creo que era Borges quien decía que cuando uno entrega un libro entrega un boceto. Yo tengo esa sensación de que siempre puede seguir mejorando. De hecho le estoy dedicando muchísimo más tiempo de edición que a Edén, mi primer libro. Este nuevo libro va a salir en Mayo, así que hasta Marzo va a continuar este proceso de intercambios con los editores.

-¿Cuál es tu criterio para editar, al margen de lo que después te proponga tu editora?

-Mi objetivo es publicar las tiras en el orden en que fueron apareciendo en la página web. Como tienen una relación muy marcada con lo autobiográfico, trato de continuar con esa fluidez. La manera en que fueron creadas está relacionada con momentos de mi vida. También se trata de observar un modo de pintar que he ido modificando. Las tiras del principio son muy diferentes a las del final. En Edén pasaba lo mismo. Casi no altero el orden de publicación en relación al orden de producción. La editora interviene sobre todo en el inicio del libro, en las cinco o diez primeras tiras, para que empiece con algún tipo de coherencia. De todos modos cuando dibujaba las tiras lo hacía teniendo en mente la idea de libro.

-¿Esto es nuevo o las tiras que formaron parte de Edén también habían sido hechas con la futura publicación en mente?

-Las tiras de Edén también las iba pensando en función de una publicación posterior. Antes hacía una tira que se llama Señor del Kiosco, que era de humor. Esa tira la hacía para Internet y no pensaba en publicarla. Después terminó saliendo en un formato tipo fanzine, pero no era la idea en principio. Cuando empezó Edén sí tenía la idea de publicar. Por eso las tiras son de cuatro viñetas, siempre iguales. Es una cosa rara porque lo que suele suceder en el mundo del cómic nacional es que primero se publica en un diario y después se hace un compilado. Como el caso de Liniers, de Tute, de Max Aguirre. Yo traté de pensar directamente en el libro. Ir seleccionado cada semana una tira que iba a formar parte del libro.

-¿Puertas del Edén es la continuación de Edén o se va a poder leer como un libro autónomo?

-Cuando terminé Edén me propuse hacer una novela gráfica. Las editoriales buscan novelas gráficas, es una tendencia mundial. Leer libros de tiras es un fenómeno que ocurre sólo acá. Por ejemplo en Estados Unidos es mucho más fácil vender una novela gráfica que una colección de tiras. Yo pensaba hacer una novela gráfica para entrar en el mercado de afuera. Pero me puse a hacer esa novela gráfica y me daba cuenta de que en realidad cada página era una tira, como si mi mente sólo pudiera pensar en función de este formato. Me di cuenta de que hay una relación bastante cercana entre la poesía y la tira, en parte por la brevedad y también porque se trata de pensar en el instante. Hice cuarenta y ocho páginas de esta novela gráfica y después la abandoné. La dirección temática o de contenido que estaba buscando ahí se terminó trasladando a Puertas del Edén, que sí, sería la segunda parte de Edén. Mirando para atrás me sorprendo porque pareciera que hay algo que simplemente tiene que suceder. Yo no forcé esto, no busqué publicar la segunda parte de Edén porque comercialmente vaya a servirme o porque Sudamericana me lo vaya a publicar. Elegí no ponerle Edén 2 para que funcione en un sentido amplio. Me parece que se podría hacer el camino inverso, partir de Puertas del Edén y llegar a Edén. Desde ya que me gustaría que el lector conozca ambos libros, porque son dos volúmenes que se acompañan.

-Pienso en Edén como un libro sin principio ni fin. ¿No haberlo cerrado de manera rotunda te dio la posibilidad de continuarlo?

-Hace unos meses un lector me dijo que había leído Edén de atrás para adelante y que así le había gustado más. Hice el ejercicio de leerlo así y me di cuenta de que es otro tipo de lectura. Hay otras personas que me dicen que prefieren abrir el libro en cualquier parte, leer una tira y cerrarlo. Me parece que cada tira del libro tiene su propia entidad. Cada una presenta una situación diferente, con personajes diferentes. Muchas veces son personas o entidades. Creo que eso también genera diferentes niveles de entrada al libro.

-Está el intento por captar el instante y por pensar las tiras de modo autónomo y también un trabajo de entramado, que según contás pasa por mantener el orden de producción. ¿Cómo te das cuenta si esa fidelidad al orden de aparición de los dibujos va a funcionar?

-Esta pregunta me sirve para pensar en la relación que tengo con la historieta en general. Yo empecé a hacer tiras en un momento de mi vida en que estaba experimentando. Todo me caía bien, era muy optimista, me entusiasmaba con cualquier cosa que llegara a mis manos. Era una época de experimentación y de repente apareció Edén, casi como una continuación de Señor del Kiosco. Esto fue a los veintiséis años. Después de dos años de hacer chistes en Señor del kiosco apareció esta nueva forma. Y fue de una manera inesperada. Dibujé en mi cuaderno a un rey y arrancó la tira. Quiero decir que es muy difícil armar una tira. Armarla y que funcione. No te das cuenta del grado de dificultad que tiene hasta que empezás a hacerla. Sobre todo porque hay caminos transitados a los cuales no podés volver. No tendría sentido hacer una tira de chiquitos que hablen como adultos porque  ya existen Peanuts, Mafalda y Calvin and Hobbes.



Foto: Paula Eleod


-Parece que pasamos de hablar de cómo se arma un libro a algo mucho más denso, que es la búsqueda de un estilo…

-Lo sorprendente es que en este segundo libro no pensé; ni en un leitmotiv ni en nada. Me propuse dejarme llevar por la experimentación. Después ves que existe una coherencia, hay temas que se repiten sin habérmelo propuesto. Por ejemplo hay abundancia de puertas. En el momento que las dibujaba no me daba cuenta de la repetición. Otra constante es el tema de los bebés. Empecé a dibujar mucho sobre bebés e hijos. El libro lo empecé hace tres años y hace dos años empecé a buscar tener un hijo. Pero no estaba ni siquiera pensado esto. Cuando miro el libro y veo la aparición de cunas y bebés me llama la atención. Es llamativo como dejándose fluir aparece un orden aparentemente intrínseco. Otra cosa que me pasó es que en la misma semana de gestación de mi hijo hice una tira donde dos personas hacen el amor. En realidad en el libro esto aparece como dos cobras que se cazan. Evidentemente está planteado de manera poética, velada. Pero me llama la atención el modo en que el libro me transforma la vida.

-O sea que para vos  el arte es más una potencia transformadora que una cuestión de procedimientos…

-Sí. Y lo extraño es que yo era una persona que no entendía el arte. Los cómics siempre me gustaron, pero mi primer trabajo fue como publicitario. Para mí la vida era ganar dinero, tener un auto, una casa. Trabajaba en publicidad y entonces podía desarrollar mi creatividad ahí, pero siempre y cuando me pagaran. Hasta que me empezaron a pasar cosas en la vida que me sacudieron, golpes bastante duros. Un día me senté a pensar en el chiste de la semana y no me salió. Me di cuenta de que no tenía más ganas de pensar en un chiste. Como era un momento de dolor ya no podía hacer eso. Ahí fue cuando empecé a hacer las tiras de Edén. Y cuando las hacía sentía que me sanaban. Por otra parte, no tengo ningún tipo de educación artística. Ni en mi familia había artistas, ni donde estudié se hablaba del arte. Cuando empecé a experimentar con mis sentimientos y vi que hacer tiras me sanaba, empecé a generar una relación consciente con eso. Empecé a sentir “esto debe ser el arte”. Y a medida que empecé a entender esto, lo fui fomentando más, tratando de trabajar en esa dirección. Hubo un momento en que perdí a mi persona anterior. Este nuevo libro habla mucho sobre eso. Hoy en día no reconozco a la persona que fui a los veinticuatro años. Tengo ideas completamente diferentes. Con el cómic lo autobiográfico encontró un canal. Obviamente está disfrazado. No sé si me interesaría ponerme a contar -como está tan visto en el cómic actual- mi vida con lujo de detalles. No me atrae tanto contar las acciones, sino lo que siento. En ese sentido encuentro la vinculación con la poesía. 


Foto: Paula Eleod

-¿De dónde surge el título Edén?

-El nombre Edén tampoco lo pensé. Simplemente lo anoté. Sucedió eso: anoté el nombre en un cuaderno y después vinieron los libros. Escribir el nombre de un libro y que luego exista ese libro… cosas así me llaman mucho la atención, porque son cosas no programadas que sin embargo acontecen. Y tienen un impacto en el mundo. Hay un respeto por eso. Ahora te podría decir que el nombre se relaciona con un lugar utópico… puedo seguir ese juego, pero sería volver a pensar como publicitario, tratando de buscar o de encontrar un concepto o una explicación a algo que no la tiene.

-En la historieta hay palabra y hay ilustración. ¿Cómo es tu vínculo con estos lenguajes?

-Un dibujante norteamericano dijo que un autor de cómics es un escritor mediocre y un dibujante mediocre. Me siento bastante relacionado con esa idea. Ni de cerca me siento un buen escritor, a nivel formal digamos. Mi única vinculación con la literatura se da en los libros que leí. Y leo sobre todo el contenido, sin observar por ejemplo el ritmo o cómo están hechas las descripciones. Todo lo que sea formal no me interesa. En cuanto al dibujo, nunca había dibujado hasta los veinticuatro años. Empecé a esa edad sin ningún tipo de entrenamiento. Ayudó el hecho de no tener vergüenza a la exposición. Me puse a dibujar en un país repleto de dibujantes impresionantes.  

-Sin embargo en Edén parece que tuvieras una idea muy clara en cuanto a la forma, porque casi siempre se mantiene una estructura de cuatro viñetas. Una repetición de este tipo no debe estar librada al azar…

-Es algo que aprendí de Peanuts. Antes de ponerme a hacer Edén, hubo un momento clave. Estuve toda una noche tratando de pensar qué podía hacer. Quería hacer una tira pero no quería ser más el seguidor de Liniers. ¿Para qué iba a hacer algo que ya hizo otro? Volví a las tiras que conocía, las analicé. Me pregunté qué cosa nueva podía traer a la mesa. Ahí empecé a desarrollar la temática: tratar algo que fuera de sentimientos y no solamente un chiste. Esto tenía que ver con lo que me estaba pasando en la vida. Creo que también ayudó el hecho de que a partir de 2001 en la Argentina se dejó de ser tan cínico con respecto a los sentimientos. Hubo un momento en que la sociedad se abrió a algo, ¿cómo llamarlo?... más romántico. Hubo una apertura y me sentí movido por esa ola. Al leer compilados de tiras descubrí que me gustaban más aquellas que mantenían siempre el mismo formato. Me gustaba Peanuts porque era como si las viñetas fueran una pantalla de cine y vos te tuvieras que concentrar más en el contenido. Al repetirse ese ritmo de viñetas me podía meter de lleno en ese mundo, olvidarme de que estaba ante una invención. También existen tiras como Krazy Kat, donde uno entra y sale todo el tiempo porque la forma varía. Es el desafío que busca el tipo de estéticas que ponen al procedimiento en primer plano. No es mi caso. 

-Los personajes en Edén son indefinidos. El rey por ejemplo, podría ser un humano, o tal vez un animal…

-El rey está basado en la forma de armar un personaje clásico de la animación norteamericana. No me interesaba una búsqueda original en cuanto a los personajes. Es mucho tiempo el que hay que dedicarle a aspectos formales, sobre todo cuando sos un dibujante limitado, y yo preferí no ocuparme de eso. Yo quería contar algo. El cómic me parece una gran herramienta para contar.

-¿Por qué fue tan importante Liniers en tus comienzos?

-Hay momentos en tu vida en que ves algo y te rompe la cabeza. Hay libros que te cambian la vida. Eso me pasó con El señor de los anillos, con El guardián entre el centeno, y también con William Blake. A Liniers lo venía siguiendo desde la época en que sus tiras aparecían en Página 12. Me parecían espectaculares, las recortaba y las guardaba. Cuando las vi  reunidas en un libro, en Macanudo 1, me voló la cabeza. No sabría cómo explicar qué mecanismo se destrabó una vez que vi eso. Claramente sentí afinidad. Sentí: “este camino que está transitando es parecido a algo que podría llegar a hacer”. Otro dato curioso es que Liniers y yo cumplimos años el mismo día. En ese momento empecé a hacer Señor del kiosco, donde se ve claramente su influencia. Hasta un momento en que me alejé de eso. Me pesaba, y tampoco creo que a él le haya hecho gracia tener a una persona que lo estuviera imitando.

-¿Y cuándo surge cierta aversión hacia chiste o el humor? Hay un momento en el que pareciera que le das la espalda. En algunas tiras de Edén hay humor, pero no creo que busques la carcajada. ¿Correrías algún riesgo acercándote más al humor?

-Me sigue gustando el humor. Por ejemplo ahora estoy leyendo un libro de Sempé y me encanta. Si leo un libro de Charles Adams lo disfruto. Lo que me pasa con el humor es que me aleja de un interés que empecé a tener por lo trascendente. Porque me trae demasiado a este mundo, a algo físico. La carcajada es sentirme bien y estar bien acá. Pero me empezó a interesar buscar pasar a otro lado. Y es muy difícil pasar a otro lado con humor. Cuando leí El matrimonio del cielo y el infierno, de Blake, sentí un tipo de trascendencia. Ese libro me llevó a una dimensión infinita. En Edén estaba tratando de hacer eso. Volver al humor sería volver a un plano físico. No es que le de la espalda, pero creo que en mi proceso sería dar un paso atrás. Pero jamás renegaría del humor en general.

-Hagamos de cuenta que estás espiando a un lector de Edén o a un futuro lector de Puertas del Edén. Alguien que está solo en su casa, con uno de tus libros en sus manos. ¿Qué gesto preferirías verle: una sonrisa, llanto, un gesto concentrado…?

-Me gustaría que esté llorando. Pero no desde el bajón o la amargura. Que sea una experiencia que movilice. Que active algo diferente a la risa. Tengo una anécdota. Una señora mayor había perdido a su marido dos meses antes de leer Edén. En un momento llegó a la tira donde dos personas se encuentran más allá de la muerte y se sintió movilizada. Me dijo que para ella el libro había sido como un portal entre este mundo y otros. Eso a mí me interesa, ese tipo de conexión. En este sentido, el arte me acerca mucho más a lo que yo creo que es la espiritualidad que las religiones. El título Edén lo vinculo más a lo místico que a lo religioso organizado.

-¿Y cuál es la búsqueda de Puertas del Edén? ¿Qué hay de continuación y qué hay de nuevo?

-Creo que si el primer libro es más físico y habla sobre cosas más físicas del mundo, como por ejemplo una pelea de pareja, este libro en cambio está hablando más acerca del espacio, de un espacio interior. Hay un mensaje de esperanza en cuanto a poder volver a las cosas esenciales que están adentro nuestro. El trabajo de este libro coincide con una época en la que empecé a meditar y es claro que las experiencias que tuve en esa práctica transformaron mi forma de crear. Además ahora hay más texto, me sentí más inclinado a escribir. Las paletas de colores son más fuertes. Ahora predomina el azul. Al primer libro lo veo más verde y  también lo veo más cerca del día, mientras que a éste lo veo más ligado a la noche. Hay más experimentación, más libertad.

-Creo que combinás la dimensión reflexiva con cierta inmediatez de lo que ocurre, con la cosa práctica. Pienso en una tira donde el rey está a la vera de un arroyo y descubre que la vida pasa como la corriente y al mismo tiempo “descubre” que tiene mucho hambre. ¿En el libro que estás trabajando ahora habría un predominio de las grandes revelaciones?

-Sí, este libro busca todavía más la dimensión reflexiva. Es más introspectivo. La contratapa de Edén, donde un personaje está como meditando y donde hay un predominio del azul, viene a abrir el camino a Puertas del Edén. De eso me doy cuenta recién ahora. Si me entrego al acto creativo sin buscar algo específico se empiezan a formar patrones, cosas que están relacionadas con mi vida y con las mismas tiras que luego me sorprenden muchísimo. Es un juego que se va armando. Es todo un proceso, que además surge en Internet. No se trata de planear y después dibujar.

-Ir subiendo las tiras en Internet debe calmar bastante la ansiedad por publicar.

-Totalmente, porque en cierto modo he ido publicando. Igualmente me entusiasma la idea de que salga en papel. Sobre todo a partir del momento en que empecé a apreciar este segundo libro. Al principio era una prueba. Además, noto que esas puertas que se van abriendo influyen a otros autores que veo en Internet. Son caminos poco comunes en el humor gráfico argentino. ¿Cómo meter a Edén en el humor gráfico? Cosas que fueron medio arriesgadas, experimentadas o absurdas, se empiezan a normalizar. La experimentación es lo que importa. En este sentido si quisiera hacer un tercer libro ya no va a poder ser hecho de la misma manera.

-En Edén hay una tira donde un personaje está sentado en una mesa con una hoja en blanco, como esperando la idea. En la parte de arriba hay una jaula y un pájaro, como si la inspiración fuera comparada con ese momento en que  el pájaro sale de esa jaula.  ¿Esto es algo que se puede estimular? ¿Cómo es en tu caso?

-En la época en que hacía Señor del kiosco venía de trabajar como redactor en una agencia de publicidad y eso terminó incidiendo en el modo en que encaraba esa tira. En la agencia nos sentábamos con el director de arte y teníamos que pensar un aviso o un comercial para el día siguiente. Durante años me acostumbré a generar ideas de esa manera. Entonces salía de la oficina y me iba a un bar y me quedaba anotando cosas en el cuaderno, hacía surgir ideas. Es algo que puedo hacer incluso hoy en día, y hasta lo encuentro sencillo. Pero ahora me costaría ver esa forma de crear como genuina. En ese momento lo fue. Hoy no lo sería porque creo que interviene mucho el análisis, la consciencia de una arquitectura extrema. Esa forma de trabajo implicaba hacer primero un boceto y después recién dibujar. Ahora, en cambio, hago las cuatro viñetas, me siento sin pensar, dejando que fluya algo de adentro. Se trata de abrir un espacio a la improvisación.


Foto: Paula Eleod

-¿Y cómo convive tu trabajo de dibujante con otras actividades de tu vida? ¿Cómo es un día tuyo? ¿Tus historietas te permiten vivir, en un sentido económico?

-No. De hecho Edén me ha empobrecido y me trae muchos problemas económicos. Ahora que tengo un hijo no sé si voy a poder seguir haciéndolo, porque requiere muchísimo tiempo. Lo que gano publicando un libro es poco. Si bien la primera edición se agotó, es poco lo que pagan las editoriales. Y obviamente lo que subo en Internet es gratuito. Es lo más importante de mi vida pero al mismo tiempo encontrar el momento para hacerlo es complicado, casi como si tuviera que pedir permiso. Vivimos en un mundo en el que esta cosa romántica de sentarse a crear no puede encontrar su lugar tan fácilmente. Muchas veces me ha pasado de pensar “¿para qué hago esto?, debería ser más responsable”. Sin embargo no puedo dejar de hacerlo.

-¿No es una actividad que pueda convivir con un trabajo de otro tipo?

-El nivel de intensidad con que vivo esto desbalancea las demás cosas de mi vida. En este sentido entiendo bastante cuando leo sobre la vida de los poetas malditos, que eran como  mártires. Puedo entender esa sensación. Me atrae la idea de dar la vida por esto. Que Sudamericana esté publicando este libro, que para mí es experimental y que busca cierta espiritualidad, es algo que veo como apuesta de la editorial pero también como algo raro.

-Volviendo a tu forma de trabajar, ¿dibujás todos los días, tenés constancia?

-En la  época del primer libro lo que hacía era pensar la tira durante la semana y el fin de semana la dibujaba. En este segundo libro, como dejé de trabajar en la empresa donde estaba, tuve más tiempo. Los últimos tres años de mi vida estuvieron muy dedicados a Puertas del Edén. No tiene horarios. Todo el tiempo pienso en esto, es constante. Lo que recibe el lector es algo que requirió un sacrificio enorme. Hay un autor uruguayo, Gervasio Troche, que también está en este camino. Fue una persona que me acompañó mucho en el proceso, tal vez porque también él es un romántico.

-En Edén me parece clave la tira que abre el libro, casi programática, donde un árbol que supuestamente está destinado a permanecer puede, sin embargo, ser trasladado a otro espacio. Me parece que tu trabajo brinda esa posibilidad, la de hacer mover lo inmóvil…

-Yo entiendo al cómic así, como movimiento estático. Es algo quieto, donde hay silencio y paz, y al mismo tiempo hay movimiento, lo sugiere. Hay un autor norteamericano que se llama Chris Ware, que concibe la página de cómic como a una partitura musical. Él dice que el ritmo de viñeta a viñeta se genera como si fuera música una vez que lo lees. La idea es que el dibujo, la viñeta, es estática, y que es al  encontrarse con el lector cuando adquiere movimiento. Yo veo esos momentos congelados en el espacio y esa quietud me trae mucha paz. En este segundo libro está más trabajado el espacio que el movimiento. Cuando hacés un cómic sin palabras tenés que recurrir sí o sí  al movimiento para generar la secuencia. Pero la secuencia también se puede generar a partir del ritmo o corte de palabras. Este libro va más por ese lado, está más cerca de la poesía. 

-Pablo, ¿qué termina cuando se publique Las puertas del Edén?, ¿Algo concluye?

-Termina mi época sin hijos. Este libro coincide con el nacimiento de mi hijo y va a estar dedicado a él. Desde el día que nació sentí un cambio tremendo. Cuando me senté a hacer una tira después de su nacimiento me di cuenta de que había desaparecido por completo un estado en el que podía estar antes. Esto es algo realmente raro. Como si se hubiera terminado algo de manera tajante. Volví a la misma incertidumbre que tuve al terminar mi primer libro: no sé si voy a seguir con esto, no sé si puedo. Tratar de hacer algo diferente y que mantuviera la calidad del primer libro fue dificilísimo. Cada libro me llevó tres años de preparación. Fueron años de una intensidad y de una dedicación extrema.

-¿Crees que podrías vivir sin hacer historietas?

-Esta es una pregunta que solamente se puede responder en el momento en que eso suceda. Si me sumerjo en esos pensamientos me puedo quedar sin dormir durante noches. No puedo responder eso. Una vez respondí que iba a empezar a hacer novelas gráficas, y después no fue así. Este tipo de cosas no se pueden saber. A este tipo de preguntas solamente las puede responder el tiempo. 


Foto: Paula Eleod


Quiero agradecer a Gastón Navarro, el amigo del que hablé al principio, a Juan Manuel Domínguez, amante del cómic, y a Nadia Suárez por su colaboración para la realización de esta entrevista.