Foto: Paula Eleod
Kioskerman es el seudónimo de Pablo Holmberg.
Nació en 1979 en Buenos Aires. Comenzó a publicar sus cómics en Internet en
2004. Su primer libro, Edén (Sudamericana, 2009) ha sido traducido al inglés
(Drawn and Quarterly), al francés (La Pasteque) y al portugués (Zarbatana). En
España fue publicado por la editorial Sin Sentido. En 2012 Edén fue incluido en
el libro 1001 cómics que hay que leer antes de morir. Para más información:
www.kioskerman.com
Un amigo me avisó que existía Edén, el libro
de cómics de alguien que se hacía llamar Kioskerman. Desde que descubrí el
libro (o sería mejor decir desde que descubrí su mundo) no paro de volver a él.
Es impresionante lo que logra hacer con tan poco (pocas viñetas, pocos
personajes, un escenario simple y pocas palabras). Son cómics que proponen sus
propias reglas de juego, con las que te familiarizás de inmediato. Los
personajes de Edén pueden llegar a ser alegóricos. Parece que siempre hubiera
algo detrás: algo más que dibujar o que contar, y que está silenciado. Las
historias de amor y desamor entre parejas, entre amigos, entre padres e hijos,
y sobre todo las de descubrimiento a las que llegan muchos de sus personajes
solitarios, dejan un resto que dura. Es como una punzada, un momento de
revelación que se produce luego de encontrarse con su mundo. Cuando me enteré
que estaba preparando su segundo libro, quise hacerle una entrevista. Me
pareció la mejor manera de repetir el gesto de mi amigo. Difundir este trabajo.
Expandirlo.
Foto: Paula Eleod
-Pablo, hablemos del libro en el que estás
trabajando.
-Puertas
del Edén está en la etapa de producción, de corrección, de armado de tapa y
de elección de colores. Tiras que en principio había descartado de repente
entran. Esto surge del trabajo con mi editora. También consulto algunas cosas
con mi mujer, porque tenemos un gusto parecido. Algo que me impresiona es que
si me entrego a las sugerencias, el libro no se cierra más. Creo que era Borges
quien decía que cuando uno entrega un libro entrega un boceto. Yo tengo esa
sensación de que siempre puede seguir mejorando. De hecho le estoy dedicando
muchísimo más tiempo de edición que a Edén,
mi primer libro. Este nuevo libro va a salir en Mayo, así que hasta Marzo va a
continuar este proceso de intercambios con los editores.
-¿Cuál es tu criterio para editar, al margen
de lo que después te proponga tu editora?
-Mi objetivo es publicar las tiras en el
orden en que fueron apareciendo en la página web. Como tienen una relación muy
marcada con lo autobiográfico, trato de continuar con esa fluidez. La manera en
que fueron creadas está relacionada con momentos de mi vida. También se trata de observar un modo de
pintar que he ido modificando. Las tiras del principio son muy
diferentes a las del final. En Edén
pasaba lo mismo. Casi no altero el orden de publicación en relación al orden de
producción. La editora interviene sobre todo en el inicio del libro, en las
cinco o diez primeras tiras, para que empiece con algún tipo de coherencia. De todos modos cuando dibujaba las tiras lo
hacía teniendo en mente la idea de libro.
-¿Esto es nuevo o las tiras que formaron
parte de Edén también habían sido
hechas con la futura publicación en mente?
-Las tiras de Edén también las iba pensando en función de una publicación posterior.
Antes hacía una tira que se llama Señor
del Kiosco, que era de humor. Esa tira la hacía para Internet y no pensaba
en publicarla. Después terminó saliendo en un formato tipo fanzine, pero no era
la idea en principio. Cuando empezó Edén
sí tenía la idea de publicar. Por eso las tiras son de cuatro viñetas, siempre
iguales. Es una cosa rara porque lo que suele suceder en el mundo del cómic
nacional es que primero se publica en un diario y después se hace un compilado.
Como el caso de Liniers, de Tute, de Max Aguirre. Yo traté de pensar
directamente en el libro. Ir seleccionado cada semana una tira que iba a formar
parte del libro.
-¿Puertas
del Edén es la continuación de Edén
o se va a poder leer como un libro autónomo?
-Cuando terminé Edén me propuse hacer una novela gráfica. Las editoriales buscan
novelas gráficas, es una tendencia mundial. Leer libros de tiras es un fenómeno
que ocurre sólo acá. Por ejemplo en Estados Unidos es mucho más fácil vender
una novela gráfica que una colección de tiras. Yo pensaba hacer una novela
gráfica para entrar en el mercado de afuera. Pero me puse a hacer esa novela
gráfica y me daba cuenta de que en realidad cada página era una tira, como si
mi mente sólo pudiera pensar en función de este formato. Me di cuenta de que
hay una relación bastante cercana entre la poesía y la tira, en parte por la
brevedad y también porque se trata de pensar en el instante. Hice cuarenta y
ocho páginas de esta novela gráfica y después la abandoné. La dirección
temática o de contenido que estaba buscando ahí se terminó trasladando a Puertas del Edén, que sí, sería la
segunda parte de Edén. Mirando para
atrás me sorprendo porque pareciera que hay algo que simplemente tiene que
suceder. Yo no forcé esto, no busqué publicar la segunda parte de Edén porque comercialmente vaya a
servirme o porque Sudamericana me lo vaya a publicar. Elegí no ponerle Edén 2 para que funcione en un sentido
amplio. Me parece que se podría hacer el camino inverso, partir de Puertas del Edén y llegar a Edén. Desde ya que me gustaría que el
lector conozca ambos libros, porque son dos volúmenes que se acompañan.
-Pienso en Edén como un libro sin principio ni fin. ¿No haberlo cerrado de manera rotunda te dio la posibilidad de continuarlo?
-Hace unos meses un lector me dijo que había leído Edén de atrás para adelante y que así le había gustado más. Hice el ejercicio de leerlo así y me di cuenta de que es otro tipo de lectura. Hay otras personas que me dicen que prefieren abrir el libro en cualquier parte, leer una tira y cerrarlo. Me parece que cada tira del libro tiene su propia entidad. Cada una presenta una situación diferente, con personajes diferentes. Muchas veces son personas o entidades. Creo que eso también genera diferentes niveles de entrada al libro.
-Está el intento por captar el instante y por pensar las tiras de modo autónomo y también un trabajo de entramado, que según contás pasa por mantener el orden de producción. ¿Cómo te das cuenta si esa fidelidad al orden de aparición de los dibujos va a funcionar?
-Esta pregunta me sirve para pensar en la relación que tengo con la historieta en general. Yo empecé a hacer tiras en un momento de mi vida en que estaba experimentando. Todo me caía bien, era muy optimista, me entusiasmaba con cualquier cosa que llegara a mis manos. Era una época de experimentación y de repente apareció Edén, casi como una continuación de Señor del Kiosco. Esto fue a los veintiséis años. Después de dos años de hacer chistes en Señor del kiosco apareció esta nueva forma. Y fue de una manera inesperada. Dibujé en mi cuaderno a un rey y arrancó la tira. Quiero decir que es muy difícil armar una tira. Armarla y que funcione. No te das cuenta del grado de dificultad que tiene hasta que empezás a hacerla. Sobre todo porque hay caminos transitados a los cuales no podés volver. No tendría sentido hacer una tira de chiquitos que hablen como adultos porque ya existen Peanuts, Mafalda y Calvin and Hobbes.
Foto: Paula Eleod
-Parece que pasamos de hablar de cómo se arma
un libro a algo mucho más denso, que es la búsqueda de un estilo…
-Lo sorprendente es que en este segundo libro
no pensé; ni en un leitmotiv ni en nada. Me propuse dejarme llevar por la
experimentación. Después ves que existe una coherencia, hay temas que se
repiten sin habérmelo propuesto. Por ejemplo hay abundancia de puertas. En el
momento que las dibujaba no me daba cuenta de la repetición. Otra constante es
el tema de los bebés. Empecé a dibujar mucho sobre bebés e hijos. El libro lo
empecé hace tres años y hace dos años empecé a buscar tener un hijo. Pero no
estaba ni siquiera pensado esto. Cuando miro el libro y veo la aparición de
cunas y bebés me llama la atención. Es llamativo como dejándose fluir aparece
un orden aparentemente intrínseco. Otra cosa que me pasó es que en la misma
semana de gestación de mi hijo hice una tira donde dos personas hacen el amor.
En realidad en el libro esto aparece como dos cobras que se cazan.
Evidentemente está planteado de manera poética, velada. Pero me llama la
atención el modo en que el libro me transforma la vida.
-O sea que para vos el arte es más una potencia transformadora
que una cuestión de procedimientos…
-Sí. Y lo extraño es que yo era una persona
que no entendía el arte. Los cómics siempre me gustaron, pero mi primer trabajo
fue como publicitario. Para mí la vida era ganar dinero, tener un auto, una
casa. Trabajaba en publicidad y entonces podía desarrollar mi creatividad ahí,
pero siempre y cuando me pagaran. Hasta que me empezaron a pasar cosas en la
vida que me sacudieron, golpes bastante duros. Un día me senté a pensar en el
chiste de la semana y no me salió. Me di cuenta de que no tenía más ganas de
pensar en un chiste. Como era un momento de dolor ya no podía hacer eso. Ahí
fue cuando empecé a hacer las tiras de Edén.
Y cuando las hacía sentía que me sanaban. Por otra parte, no tengo ningún tipo
de educación artística. Ni en mi familia había artistas, ni donde estudié se
hablaba del arte. Cuando empecé a experimentar con mis sentimientos y vi que
hacer tiras me sanaba, empecé a generar una relación consciente con eso. Empecé
a sentir “esto debe ser el arte”. Y a medida que empecé a entender esto, lo fui
fomentando más, tratando de trabajar en esa dirección. Hubo un momento en que
perdí a mi persona anterior. Este nuevo libro habla mucho sobre eso. Hoy en día
no reconozco a la persona que fui a los veinticuatro años. Tengo ideas
completamente diferentes. Con el cómic lo autobiográfico encontró un canal.
Obviamente está disfrazado. No sé si me interesaría ponerme a contar -como está
tan visto en el cómic actual- mi vida con lujo de detalles. No me atrae tanto
contar las acciones, sino lo que siento. En ese sentido encuentro la
vinculación con la poesía.
Foto: Paula Eleod
-¿De dónde surge el título Edén?
-El nombre Edén tampoco lo pensé. Simplemente lo anoté. Sucedió eso: anoté el
nombre en un cuaderno y después vinieron los libros. Escribir el nombre de un
libro y que luego exista ese libro… cosas así me llaman mucho la atención,
porque son cosas no programadas que sin embargo acontecen. Y tienen un impacto
en el mundo. Hay un respeto por eso. Ahora te podría decir que el nombre se
relaciona con un lugar utópico… puedo seguir ese juego, pero sería volver a
pensar como publicitario, tratando de buscar o de encontrar un concepto o una
explicación a algo que no la tiene.
-En la historieta hay palabra y hay
ilustración. ¿Cómo es tu vínculo con estos lenguajes?
-Un dibujante norteamericano dijo que un
autor de cómics es un escritor mediocre y un dibujante mediocre. Me siento
bastante relacionado con esa idea. Ni de cerca me siento un buen escritor, a
nivel formal digamos. Mi única vinculación con la literatura se da en los
libros que leí. Y leo sobre todo el contenido, sin observar por ejemplo el
ritmo o cómo están hechas las descripciones. Todo lo que sea formal no me interesa.
En cuanto al dibujo, nunca había dibujado hasta los veinticuatro años. Empecé a
esa edad sin ningún tipo de entrenamiento. Ayudó el hecho de no tener vergüenza
a la exposición. Me puse a dibujar en un país repleto de dibujantes
impresionantes.
-Sin embargo en Edén parece que tuvieras una idea muy clara en cuanto a la forma,
porque casi siempre se mantiene una estructura de cuatro viñetas. Una
repetición de este tipo no debe estar librada al azar…
-Es algo que aprendí de Peanuts. Antes de ponerme
a hacer Edén, hubo un momento clave.
Estuve toda una noche tratando de pensar qué podía hacer. Quería hacer una tira
pero no quería ser más el seguidor de Liniers. ¿Para qué iba a hacer algo que
ya hizo otro? Volví a las tiras que conocía, las analicé. Me pregunté qué cosa
nueva podía traer a la mesa. Ahí empecé a desarrollar la temática: tratar algo
que fuera de sentimientos y no solamente un chiste. Esto tenía que ver con lo
que me estaba pasando en la vida. Creo que también ayudó el hecho de que a partir
de 2001 en la Argentina se dejó de ser tan cínico con respecto a los
sentimientos. Hubo un momento en que la sociedad se abrió a algo, ¿cómo
llamarlo?... más romántico. Hubo una apertura y me sentí movido por esa ola. Al
leer compilados de tiras descubrí que me gustaban más aquellas que mantenían
siempre el mismo formato. Me gustaba Peanuts porque era como si las viñetas
fueran una pantalla de cine y vos te tuvieras que concentrar más en el
contenido. Al repetirse ese ritmo de viñetas me podía meter de lleno en ese
mundo, olvidarme de que estaba ante una invención. También existen tiras como
Krazy Kat, donde uno entra y sale todo el tiempo porque la forma varía. Es el
desafío que busca el tipo de estéticas que ponen al procedimiento en primer
plano. No es mi caso.
-Los personajes en Edén son indefinidos. El rey por ejemplo, podría ser un humano, o
tal vez un animal…
-El rey está basado en la forma de armar un
personaje clásico de la animación norteamericana. No me interesaba una búsqueda
original en cuanto a los personajes. Es mucho tiempo el que hay que dedicarle a
aspectos formales, sobre todo cuando sos un dibujante limitado, y yo preferí no
ocuparme de eso. Yo quería contar algo. El cómic me parece una gran herramienta
para contar.
-¿Por qué fue tan importante Liniers en tus
comienzos?
-Hay momentos en tu vida en que ves algo y te
rompe la cabeza. Hay libros que te cambian la vida. Eso me pasó con El señor de los anillos, con El guardián entre el centeno, y también
con William Blake. A Liniers lo venía siguiendo desde la época en que sus tiras
aparecían en Página 12. Me parecían espectaculares, las recortaba y las
guardaba. Cuando las vi reunidas en un
libro, en Macanudo 1, me voló la cabeza. No sabría cómo explicar qué mecanismo
se destrabó una vez que vi eso. Claramente sentí afinidad. Sentí: “este camino
que está transitando es parecido a algo que podría llegar a hacer”. Otro dato
curioso es que Liniers y yo cumplimos años el mismo día. En ese momento empecé
a hacer Señor del kiosco, donde se ve
claramente su influencia. Hasta un momento en que me alejé de eso. Me pesaba, y
tampoco creo que a él le haya hecho gracia tener a una persona que lo estuviera
imitando.
-¿Y cuándo surge cierta aversión hacia chiste
o el humor? Hay un momento en el que pareciera que le das la espalda. En
algunas tiras de Edén hay humor, pero
no creo que busques la carcajada. ¿Correrías algún riesgo acercándote más al
humor?
-Me sigue gustando el humor. Por ejemplo
ahora estoy leyendo un libro de Sempé y me encanta. Si leo un libro de Charles
Adams lo disfruto. Lo que me pasa con el humor es que me aleja de un interés
que empecé a tener por lo trascendente. Porque me trae demasiado a este mundo,
a algo físico. La carcajada es sentirme bien y estar bien acá. Pero me empezó a
interesar buscar pasar a otro lado. Y es muy difícil pasar a otro lado con
humor. Cuando leí El matrimonio del cielo
y el infierno, de Blake, sentí un tipo de trascendencia. Ese libro me llevó
a una dimensión infinita. En Edén
estaba tratando de hacer eso. Volver al humor sería volver a un plano físico.
No es que le de la espalda, pero creo que en mi proceso sería dar un paso
atrás. Pero jamás renegaría del humor en general.
-Hagamos de cuenta que estás espiando a un
lector de Edén o a un futuro lector
de Puertas del Edén. Alguien que está
solo en su casa, con uno de tus libros en sus manos. ¿Qué gesto preferirías
verle: una sonrisa, llanto, un gesto concentrado…?
-Me gustaría que esté llorando. Pero no desde
el bajón o la amargura. Que sea una experiencia que movilice. Que active algo
diferente a la risa. Tengo una anécdota. Una señora mayor había perdido a su
marido dos meses antes de leer Edén.
En un momento llegó a la tira donde dos personas se encuentran más allá de la
muerte y se sintió movilizada. Me dijo que para ella el libro había sido como
un portal entre este mundo y otros. Eso a mí me interesa, ese tipo de conexión.
En este sentido, el arte me acerca mucho más a lo que yo creo que es la
espiritualidad que las religiones. El título Edén lo vinculo más a lo místico que a lo religioso organizado.
-¿Y cuál es la búsqueda de Puertas del Edén? ¿Qué hay de
continuación y qué hay de nuevo?
-Creo que si el primer libro es más físico y
habla sobre cosas más físicas del mundo, como por ejemplo una pelea de pareja,
este libro en cambio está hablando más acerca del espacio, de un espacio
interior. Hay un mensaje de esperanza en cuanto a poder volver a las cosas
esenciales que están adentro nuestro. El trabajo de este libro coincide con una
época en la que empecé a meditar y es claro que las experiencias que tuve en
esa práctica transformaron mi forma de crear. Además ahora hay más texto, me
sentí más inclinado a escribir. Las paletas de colores son más fuertes. Ahora
predomina el azul. Al primer libro lo veo más verde y también lo veo más cerca del día, mientras
que a éste lo veo más ligado a la noche. Hay más experimentación, más libertad.
-Creo que combinás la dimensión reflexiva con
cierta inmediatez de lo que ocurre, con la cosa práctica. Pienso en una tira
donde el rey está a la vera de un arroyo y descubre que la vida pasa como la
corriente y al mismo tiempo “descubre” que tiene mucho hambre. ¿En el libro que
estás trabajando ahora habría un predominio de las grandes revelaciones?
-Sí, este libro busca todavía más la
dimensión reflexiva. Es más introspectivo. La contratapa de Edén, donde un personaje está como
meditando y donde hay un predominio del azul, viene a abrir el camino a Puertas del Edén. De eso me doy cuenta
recién ahora. Si me entrego al acto creativo sin buscar algo específico se
empiezan a formar patrones, cosas que están relacionadas con mi vida y con las
mismas tiras que luego me sorprenden muchísimo. Es un juego que se va armando.
Es todo un proceso, que además surge en Internet. No se trata de planear y
después dibujar.
-Ir subiendo las tiras en Internet debe
calmar bastante la ansiedad por publicar.
-Totalmente, porque en cierto modo he ido
publicando. Igualmente me entusiasma la idea de que salga en papel. Sobre todo
a partir del momento en que empecé a apreciar este segundo libro. Al principio
era una prueba. Además, noto que esas puertas que se van abriendo influyen a
otros autores que veo en Internet. Son caminos poco comunes en el humor gráfico
argentino. ¿Cómo meter a Edén en el
humor gráfico? Cosas que fueron medio arriesgadas, experimentadas o absurdas,
se empiezan a normalizar. La experimentación es lo que importa. En este sentido
si quisiera hacer un tercer libro ya no va a poder ser hecho de la misma
manera.
-En Edén
hay una tira donde un personaje está sentado en una mesa con una hoja en
blanco, como esperando la idea. En la parte de arriba hay una jaula y un
pájaro, como si la inspiración fuera comparada con ese momento en que el pájaro sale de esa jaula. ¿Esto es algo que se puede estimular? ¿Cómo
es en tu caso?
-En la época en que hacía Señor del kiosco venía de trabajar como
redactor en una agencia de publicidad y eso terminó incidiendo en el modo en
que encaraba esa tira. En la agencia nos
sentábamos con el director de arte y teníamos que pensar un aviso o un
comercial para el día siguiente. Durante años me acostumbré a generar ideas de
esa manera. Entonces salía de la oficina y me
iba a un bar y me quedaba anotando cosas en el cuaderno, hacía surgir ideas. Es
algo que puedo hacer incluso hoy en día, y hasta lo encuentro sencillo. Pero
ahora me costaría ver esa forma de crear como genuina. En ese momento lo fue.
Hoy no lo sería porque creo que interviene mucho el análisis, la consciencia de
una arquitectura extrema. Esa forma de trabajo implicaba hacer primero un
boceto y después recién dibujar. Ahora, en cambio, hago las cuatro viñetas, me
siento sin pensar, dejando que fluya algo de adentro. Se trata de abrir un
espacio a la improvisación.
Foto: Paula Eleod
-¿Y cómo convive tu trabajo de dibujante con
otras actividades de tu vida? ¿Cómo es un día tuyo? ¿Tus historietas te
permiten vivir, en un sentido económico?
-No. De hecho Edén me ha empobrecido y me trae muchos problemas económicos. Ahora
que tengo un hijo no sé si voy a poder seguir haciéndolo, porque requiere
muchísimo tiempo. Lo que gano publicando un libro es poco. Si bien la primera
edición se agotó, es poco lo que pagan las editoriales. Y obviamente lo que
subo en Internet es gratuito. Es lo más importante de mi vida pero al mismo
tiempo encontrar el momento para hacerlo es complicado, casi como si tuviera
que pedir permiso. Vivimos en un mundo en el que esta cosa romántica de
sentarse a crear no puede encontrar su lugar tan fácilmente. Muchas veces me ha
pasado de pensar “¿para qué hago esto?, debería ser más responsable”. Sin
embargo no puedo dejar de hacerlo.
-¿No es una actividad que pueda convivir con
un trabajo de otro tipo?
-El nivel de intensidad con que vivo esto desbalancea las demás cosas de mi
vida. En este sentido entiendo bastante cuando leo sobre la vida de los poetas
malditos, que eran como mártires. Puedo
entender esa sensación. Me atrae la idea de dar la vida por esto. Que
Sudamericana esté publicando este libro, que para mí es experimental y que
busca cierta espiritualidad, es algo que veo como apuesta de la editorial pero
también como algo raro.
-Volviendo a tu forma de trabajar, ¿dibujás
todos los días, tenés constancia?
-En la
época del primer libro lo que hacía era pensar la tira durante la semana
y el fin de semana la dibujaba. En este segundo libro, como dejé de trabajar en
la empresa donde estaba, tuve más tiempo. Los últimos tres años de mi vida
estuvieron muy dedicados a Puertas del
Edén. No tiene horarios. Todo el tiempo pienso en esto, es constante. Lo
que recibe el lector es algo que requirió un sacrificio enorme. Hay un autor
uruguayo, Gervasio Troche, que también está en este camino. Fue una persona que
me acompañó mucho en el proceso, tal vez porque también él es un romántico.
-En Edén
me parece clave la tira que abre el libro, casi programática, donde un árbol
que supuestamente está destinado a permanecer puede, sin embargo, ser
trasladado a otro espacio. Me parece que tu trabajo brinda esa posibilidad, la
de hacer mover lo inmóvil…
-Yo entiendo al cómic así, como movimiento
estático. Es algo quieto, donde hay silencio y paz, y al mismo tiempo hay
movimiento, lo sugiere. Hay un autor norteamericano que se llama Chris Ware, que concibe la página de cómic
como a una partitura musical. Él dice que el ritmo de viñeta a viñeta se genera
como si fuera música una vez que lo lees. La idea es que el dibujo, la viñeta,
es estática, y que es al encontrarse con
el lector cuando adquiere movimiento. Yo veo esos momentos congelados en el
espacio y esa quietud me trae mucha paz. En este segundo libro está más
trabajado el espacio que el movimiento. Cuando hacés un cómic sin palabras
tenés que recurrir sí o sí al movimiento
para generar la secuencia. Pero la secuencia también se puede generar a partir
del ritmo o corte de palabras. Este libro va más por ese lado, está más cerca
de la poesía.
-Pablo, ¿qué termina cuando se publique Las puertas del Edén?, ¿Algo concluye?
-Termina mi época sin hijos. Este libro
coincide con el nacimiento de mi hijo y va a estar dedicado a él. Desde el día
que nació sentí un cambio tremendo. Cuando me senté a hacer una tira después de
su nacimiento me di cuenta de que había desaparecido por completo un estado en
el que podía estar antes. Esto es algo realmente raro. Como si se hubiera
terminado algo de manera tajante. Volví a la misma incertidumbre que tuve al
terminar mi primer libro: no sé si voy a seguir con esto, no sé si puedo.
Tratar de hacer algo diferente y que mantuviera la calidad del primer libro fue
dificilísimo. Cada libro me llevó tres años de preparación. Fueron años de una
intensidad y de una dedicación extrema.
-¿Crees que podrías vivir sin hacer
historietas?
-Esta es una pregunta que solamente se puede
responder en el momento en que eso suceda. Si me sumerjo en esos pensamientos
me puedo quedar sin dormir durante noches. No puedo responder eso. Una vez respondí
que iba a empezar a hacer novelas gráficas, y después no fue así. Este tipo de
cosas no se pueden saber. A este tipo de preguntas solamente las puede
responder el tiempo.
Foto: Paula Eleod
Quiero agradecer a Gastón Navarro, el amigo del que hablé al principio, a Juan Manuel Domínguez, amante del cómic, y a Nadia Suárez por su colaboración para la realización de esta entrevista.